El cepo cambiario, un arma de doble filo para una economía con pocos dólares
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Como reflejo de una economía sumergida en la recesión, el retroceso que experimenta el comercio exterior argentino desde hace dos años, cuando inició una profunda caída de importaciones, exhibió en el primer cuatrimestre de 2020 la particularidad del fuerte deterioro que mostró el sector exportador, a tal punto que en abril último sumó un 19% menos de los dólares que recaudaba en 2019.
Según el Indec, solo el complejo agroexportador resistió la debacle, a tal punto que con una suba interanual de 10,8% fue el único que con números positivos sostuvo la alicaída cuenta comercial argentina, que si bien muestra saldo favorable, cada vez lo hace en una hoja más chica. Un dato no menor, si se tiene en cuenta que la cuarentena por la pandemia mundial de coronavirus paraliza a la industria y reduce el intercambio de productos en todo el planeta, y que acompañó las proyecciones optimistas que, apenas días atrás, exhibía el campo para la cosecha fina de la campaña 2020/2021.
La previsión de la siembra de 6,8 millones de hectáreas de trigo y otras 950.000 de cebada, permitían pronosticar el mes pasado una producción récord de 24,75 millones de toneladas entre ambos cereales que superarían los u$s 3600 millones en ventas al exterior. Y lo que es más importante para el Estado, en tiempos de expansión del gasto y retracción del ingreso, el invalorable aporte de un "bien" escaso por estos días, cientos de millones de dólares que entrarían a la recaudación cuando llegue el verano y haya que afrontar un rojo fiscal cada vez más intenso.
Pero fue esa misma escasez de divisas la que llevó al Banco Central a reforzar el cepo cambiario en las últimas horas con una jugada al menos riesgosa: intenta preservar las reservas con una acción que complica más a sus principales abastecedores, los productores agropecuarios.
Las trabas para que importadores accedan al mercado de cambios oficial derivaron en la suspensión de ventas de insumos claves para alcanzar los rindes esperados en el campo. De hecho, en la Argentina, el consumo de fertilizantes rompió récords en los últimos dos años, hasta alcanzar las casi 4,7 millones de toneladas en 2019, de las cuales 3,2 millones fueron importadas. Y en el sector temen ahora que los proveedores deban acudir al dólar Contado con Liquidación o al dólar Bolsa para hacerse de los billetes necesarios para la importación y luego les trasladen el precio, lo que implicaría comprar insumos a una cotización cercana a $ 120 y liquidar producción a la mitad de ese valor en el caso del trigo, descontado el impacto de retenciones sobre el tipo de cambio oficial.
Pero el problema no se reduce solo al campo. Si se restringen las importaciones que antes se concretaban a $ 70 por dólar, la falta de insumos podría perjudicar aún más al sector fabril, ya de por sí ahogado por la cuarentena. Y si esas compras al exterior se cubren con el dólar Bolsa, los $ 120 podrían convertirse en una nueva referencia a la hora de fijar precios en una economía que no logra escapar de la trampa inflacionaria.